La moralina que no cesa.

Mar Tornero, Vicepresidenta de Colectivo GALACTYCO.


La minoría ultraconservadora ataca: “Pin Parenta=Libertad de los padres”. Así reza una valla publicitaria en las inmediaciones de Cartagena, nuestra Cartagena, firmada y etiquetada por el partido verde, que sólo tiene de verde la bilis que desprende en sus discursos. Una bilis que convierte todo sentido común en maldades, toda inteligencia en terrores nocturnos donde se imaginan a sus hijos e hijas convertidos en gais, lesbianas, bisexuales o trans sólo porque alguien les pronuncie la demoníaca frase: “la homosexualidad es legítima y natural, y quien así se define es sujeto de derecho y de respeto”. Un terror que no les abandona desde allá por el 2005, cuando se aprobó el matrimonio igualitario que ha provisto de seguridad y reconocimiento jurídico a miles de familias, tan dignas, tan sanas, tan llenas de derechos como todas las demás.
Invocan a la libertad de los padres (supongo que también de las madres), a elegir la educación religiosa y moral que profesen, tal y como reza el artículo 27.3 de la Constitución, pero ignoran el 27.2, que dice exactamente: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Es decir, que es posible que las creencias religiosas y morales de algunas familias entren en conflicto con los principios democráticos de convivencia. Es por ello que nuestro Estado de Derecho se ha esforzado por dejar claro en nuestra legislación educativa los principios básicos de la educación, que, resumiendo, fomentan el pleno desarrollo de niños y niñas, y es por ello que España se ha adherido a la Convención de los Derechos del Menor, que antepone sus intereses por encima de los mismísimos padres y madres.
Los defensores del Veto Parental saben que tienen la batalla perdida. Ninguna institución objetiva, ya sea jurídica o educativa, podrá jamás darles la razón, ni en España ni en ningún país europeo. Tienen el efímero poder del chantaje que ejercen con sus 4 diputados regionales, pero ese invento “confundeconciencias” que repiten como un mantra tiene las patas muy cortas, y su ideólogo, el expresidente del Foro de la Familia, (una organización ultraconservadora y ultracatólica), ha dado en hueso: nuestras leyes protegen y fomentan la buena convivencia, pretenden hacernos crecer en igualdad, en empatía, en respeto a las diferencias y, sobretodo, en dignidad de todas las personas. Generar conflicto social donde no lo hay haciendo ruido como posesos es tan solo una tormenta política que pasará sin pena ni gloria. No vamos a ir hacia atrás.
Se inventan historias con las que manipular a la opinión pública, y nos cuelan la palabra “libertad” como si supieran de lo que hablan. Han llegado a afirmar que en los colegios se enseña juegos eróticos a los menores de 6 años. ¡¿Quién en su sano juicio, quién desde la honestidad y la verdad, quién considerándose buena persona es capaz de afirmar tal disparate?!
Entre todos y todas tenemos que apelar al sentido común, y defenderlo. Defenderlo de estos ataques envenenados y tóxicos que están poniendo en tela de juicio la buena labor de nuestras instituciones educativas y de nuestros docentes.
Nuestro gobierno regional, tristemente, se ha plegado a unas exigencias bañadas en fundamentalismo, dejando de lado su propia honestidad y hasta sus creencias, en un ejercicio a la desesperada por aprobar los presupuestos regionales. En Madrid, la Sra. Ayuso, Presidenta de la Comunidad Autónoma, siendo del PP, está dejando claro a sus socios de Vox que su “pin parental” es un absurdo que está generando conflicto donde no lo hay. El propio Presidente de la Región de Murcia, el Sr. López Miras, reconoció hace unos días que no existen quejas de las familias en cuanto a la formación complementaria que se imparte en los centros educativos, y aún así, la Consejera de Educación, Dña Esperanza Moreno, impone lo que le han dicho que imponga. Así, sin escrúpulos, sin vergüenza y sin amparo legal. ¿De dónde ha salido todo este revuelo? Está bien claro: de una mente retorcida y aterrorizada frente a la homosexualidad, una mente limitada por la LGTBIfobia, que teme la posibilidad de que un día su hijo de 8 años llegue a casa y le diga que es gay. ¿Y qué si lo fuera? ¿Y no sería mejor que ese niño tuviera formación en la realidad de la homosexualidad? ¿Y no sería mejor que todos sus compañeros y compañeras supieran que esa realidad es respetable, como cualquier otra?, ¿que se sintiera libre y feliz, digno y querido, y que pudiera proyectar su vida sin miedo ni complejos? Y si no fuera gay, ¿no sería mejor que le enseñaran que sus compañeros gais, lesbianas, bisexuales o trans merecen el mismo respeto que él y con ello aprendiera que la diversidad enriquece y no embrutece como a aquellos que la asumen como algo sospechoso? Dios, su Dios, estaría encantado de tanta bondad de espíritu, y el resto de la población más aliviada de odios y violencia.
Señores, este absurdo intento de zancadilla a una educación en valores de igualdad y de equidad nos está saliendo muy caro a toda la sociedad. Poner en jaque a la comunidad educativa, recuperar discursos de odio olvidados, sacar a relucir prejuicios y airearlos como si fueran opiniones asumibles, sobra. Nos sobra si queremos avanzar hacia donde avanzan los países desarrollados. Sus hijos serán sus hijos, pero también son ciudadanos de pleno derecho, y además, conciudadanos con quienes hay que convivir, y nuestra educación pública tiene que ponerse por encima de cuantas creencias irracionales perviven, ya le llamen “moral” o “creencias religiosas”. Muy pocos serían capaces hoy en día de defender lo que aún algunas personas consideran moral y religiosamente adecuado, y ni mucho menos defenderían que se enseñara en nuestras escuelas públicas como la verdad absoluta. La moral es privada, diversa y variable, el consenso del que disfruta nuestro cuerpo legislativo de manera democrática es público y lo que nos sostiene.
Vamos a hablar más de ética: dejen de mentir y disfruten de su moral sin entorpecer el desarrollo de las libertades que tanto defienden. Respeten a la comunidad educativa y el derecho de los menores a ser educados de manera integral en nuestras escuelas públicas o sostenidas con dinero público. Acepten nuestro Estado de Derecho, que afortunadamente, protege a todas, todos y todes por igual. Seguramente un día sus hijos, hijas o hijes se lo agradecerán.

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